Ahí estaba, al final de la cola en el embarque del avión. Había pillado un atasco camino del aeropuerto y faltó poco para que no hubiera podido estar ahí.
La cola avanzaba despacio, respiré hondo y aguardé.
Pasa una persona y avanzo un puesto. Ya falta menos.
De repente una idea llega a mi cabeza ¡No subas al avión!. ¡Tonterías! ¿A cuento de qué me pongo a pensar en estas idioteces?
¡No subas al avión! Otra persona, avanzo otro poco.
¡NO SUBAS AL AVIÓN! Comienzo a ponerme nervioso. Alzo la cabeza sobre el hombro de la persona que me precede en la fila. Luego a la derecha, más tarde a la izquierda.
¡NO SUBAS AL AVIÓN! ¿Estás tonto? ¡El billete cuesta una pasta! Además, te esperan en Madrid para la reunión.
¡NO SUBAS! ¡NO SUBAS! Me muevo nervioso. Arriba, abajo. Avanzo otro poco y vuelvo a mirar. Una agente del puesto de embarque se fija en mí. ¡Como para no hacerlo! Seguro que se me notan los nervios en la cara.
¡NO SUBAS AL AVIÓN! Me doy la vuelta, dudo sobre si marcharme. Aferro el asa de la maleta que no pude facturar.
¡NO SUBAS! Me giro y me vuelvo a girar. Al final me doy la vuelta y me dirijo a la puerta. Noto una mano en mi hombro, me giro y veo a la agente que se fijó en mí junto con un compañero suyo. ¿Le sucede algo señor? ¡Si!, ¡que estoy gilipollas! - pienso.
Con una voz pausada el agente me pide que le acompañe. Ya da lo mismo. Seguro que pierdo el avión.
El avión había llegado perfectamente y sin problemas a Madrid mucho tiempo antes de lo que yo tardé en salir de la garita de los guardias.
Perdí el avión, un avión que llegó perfectamente a destino. Con respecto a mí... bueno hoy celebro mi segundo aniversario de boda; me casé con la agente del aeropuerto...